VANGUARDIA
BARCELONA
20/03/98

 
MARIANO CEBOLLA 
De izquierda a derecha: la abuela, el tatarabuelo, la madre, el niño y la bisabuela, ayer, en la casa familiar de Amposta 

La familia y uno más

Un recién nacido encarna en Amposta la quinta generación con vida de su familia

TONI ORENSANZ
Amposta

El tatarabuelo tiene 87 años. El tataranieto nació el domingo. De por medio, padres, abuelos y bisabuelos por parte materna. Todos ellos suman cinco generaciones, vivitas y coleando. La precocidad es la clave: la madre del retoño tiene 17 años y la abuela, 33. Toda esta amalgama de parientes vive entre Els Muntells (Sant Jaume d'Enveja) y Amposta, en el Montsià, y están ahora mismo que no caben en sí de gozo por el nacimiento del niño, pero también por ser plenamente conscientes de que juntar en vida a cinco generaciones no es nada usual.
Aleix Sanz Porres vino al mundo la madrugada del domingo en la clínica de la Cámara Arrocera de Amposta. Horas antes, sus padres --David y Davínia-- tuvieron que salir del cine corriendo cuando empezaban a disfrutar de la película elegida --"Titanic"--, ante las contracciones que sobrevinieron a la joven. Los tres viven junto con los abuelos maternos --la abuela tiene 62 años-- en Els Muntells. Davínia estudia tercero de ESO y su marido trabaja en la construcción.
"No se ve todos los días una cosa así y la verdad es que hace mucha ilusión", confiesa la madre. El padre, de 20 años, entiende que tener un hijo teniendo tatarabuelo "te da una sensación superdiferente, y te acuerdas de las muchas personas que no han podido conocer ni a sus abuelos". Reunidos todos, ayer tarde, en una casita de campo de Amposta, el otro protagonista destacado era el tatarabuelo, José Pallarés Llambrich. "Yo fui padre por primera vez a los 25 años; mi hija mayor tuvo una hija a los 22, pero aquí las que realmente se han dado prisa en tener críos han sido mi nieta y mi bisnieta", comentaba ayer. Maria Josefa Forcadell Pallarès, abuela a sus 33 años, tuvo a su hija con 16.
Se dejan fotografiar mientras el tatarabuelo, payés de toda la vida, comenta orgulloso: "Sigo trabajando con azada mis tierras, no he fumado nunca ni tampoco he bebido alcohol". Ante su buen estado de salud, que le permite seguir desplazándose en bicicleta, sus descendientes bromean: "¡Aún ha de ver nacer a más tataranietos!". El viejo Pallarès Llambrich no dice que no, pues sabe bien que cuenta actualmente con tres bisnietos que rondan los veinte y él confía en seguir viviendo unos cuantos años: "No tengo ninguna prisa en morirme", dice.
"Nos han dicho que somos el primer caso de este tipo que se da en Cataluña y que yo soy la abuela más joven que hay en estos momentos", explica María Josefa. Se muestran orgullosos pese a que, en primera instancia, ni tan sólo comentaron en la clínica que el recién nacido tiene un tatarabuelo vivo. Lo suyo empieza a ser un acontecimiento: ayer empezaron a llegar los periodistas al lugar, ante el asombro de la familia. 



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